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Pepe Ballesta

En su DNI figura José Gardón Rumí. Cantante nacido en Almería entre 1945 y 1946. La verdad es, que su edad siempre ha sido una incógnita. Fue un solitario de la música. Además, fue un gran vividor de la música, y se convirtió en una figura imprescindible en el apartado logístico de cualquier grupo, que empezara a moverse en la década de los sesenta-setenta en Almería.

De corto repertorio, especialista en canciones del cantante granadino Valen, como "La mano de Dios" o "El humo de las fabricas". Pepe Ballesta, fue un genuino personaje en ese mundillo ramplón de la música de los grupos de aquellos años. Su especial "don de gentes" lo convertía de inmediato en un elemento imprescindible -como un simple amplificador de voces- en el mundillo de la música almeriense.

Su espectacular interpretación de "Los ejes de mi carreta" -version de Los Albas- era una demanda clásica en cualquier sala de baile donde Ballesta estuviese presente. Su fiel chaqueta cruzada, era todo un símbolo de su indumentaria. Nadie en Almería, durante toda su vida artística, tiene pruebas sólidas y fundamentadas de que alguna vez, Pepe Ballesta, hubiese pagado sus reiteradas consumiciones en la barra del local donde actuase el grupo, al cual se arrimaba. Las copas no las pedía para él, "que insensatez", lo hacia en nombre del líder del grupo, generalmente el de más prestigio en el gremio "camareril".

Su capacidad para ganarse las simpatías del empresario de turno o a los camareros del "ambigú" donde estaba el baile, era realmente de "nota". Ballesta, dirigía ficticiamente al grupo, desde el fondo del local simulaba controlar el sonido, controlaba la puerta de entrada al local si era necesario, y suministraba "gasolina" a los músicos, quienes ya avanzada la noche, y algo tocados por el generoso racionamiento etílico "del Ballestas", anunciaban por los altavoces su "estelar" actuación. Daría lo que fuese por volver a verlo. Hoy en cualquier de los programas televisivos del corazón, sería un colaborador de postín.

Su participación en algunos festivales locales le calentó las orejas y, un buen día, le perdimos la pista y aparecido en Portugal. En el país del fado, Ballesta, con su simpatía natural y una buena dosis de cara dura, se hizo un hueco rápidamente, recorriendo con la escuálida ayuda de un pianista borrachín diversas salas de fiestas de Lisboa, Setúbal y otras localidades menores.

Pasaron casi treinta años cuando de nuevo volví a verle. Por razones profesionales, tuve que encargarme de la investigación de un caso sobre el fallecimiento de un anciano, muerto en el desaparecido Centro de Salud Mental -vulgo manicomio- existente entonces en las afueras de la capital. Casi me di de bruces con el susodicho. Me reconoció en seguida. Sin preámbulos me espetó: "Pepe, desde cuando estas aquí?". Yo, perplejo y sorprendido, le repliqué "Pues llevo más de media hora y no veo a nadie". Tras el corto intercambio de palabras -a mi el tiempo se me hizo eterno- cada uno de nosotros hizo su personal razonamiento. Yo pensaba, que el sujeto era un interno más del centro que se encontraba en tratamiento, pensamiento coincidente con el de Pepe Ballestas, que de inmediato asoció mi presencia en el establecimiento como un nuevo interno recién llegado. Pronto aclaramos la situación. El trabajaba de celador en el centro de salud mental y yo estaba de periodista recabando datos para aclarar las circunstancias de la muerte del anciano, muerto al atragantarse.

José Ángel Pérez García


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